Cuando pensamos en Paul McCartney, nos viene a la mente su imagen pacífica, carismática y llena de buena vibra.
Pero, sorpresa: incluso una leyenda como Paul ha tenido sus momentos de frustración y desencanto con otros artistas.
Aquí te contamos las historias detrás de las bandas que McCartney no pudo tragar del todo, desde tensiones musicales hasta roces personales. ¡Prepárate para sorprenderte!
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Los Bee Gees: éxito disco que dolía

A finales de los 70, los Bee Gees dominaron el mundo con su éxito explosivo en la era disco, gracias al soundtrack de Saturday Night Fever.
Barry, Robin y Maurice Gibb alcanzaron alturas comerciales impresionantes, justo cuando la carrera post-Wings de McCartney comenzaba a estancarse.
Para muchos, esto era solo un cambio natural en las tendencias musicales. Pero, tras bambalinas, Paul lo tomó muy personal.
Según el productor Chris Thomas, McCartney se sentía desplazado por los Bee Gees, quienes incluso llegaron a vender más discos que los Beatles.
Lo que más le molestaba no era solo su popularidad, sino la crítica que ahora los elogiaba como innovadores del género.
Paul veía a los Bee Gees como “imitadores” de los Beatles que simplemente cambiaron su sonido por falsetes y cajas de ritmos para vender más.
En 1979, ambos coincidieron grabando en un estudio de Miami, y McCartney hacía lo posible por evitarlos.
Se dice que, cuando alguien comentaba que los Bee Gees habían roto otro récord, a Paul se le tensaba la mandíbula.
Incluso tras la muerte de Maurice Gibb en 2003, el comunicado de Paul fue breve y frío: “Lamento la pérdida de Maurice. Un tipo talentoso”.
Nada de anécdotas ni recuerdos personales. Parece que, para McCartney, el golpe competitivo del auge disco nunca terminó de sanar.
Oasis: la obsesión que lo cansó
En los 90, Oasis lideraba el fenómeno Britpop, gritando a los cuatro vientos su amor por los Beatles.
Noel Gallagher llegó a decir: “Paul McCartney es la razón por la que tomé una guitarra”, y llamaba al álbum Revolver la mejor obra de la historia.
Pero lejos de sentirse halagado, McCartney se cansó rápido de tanta devoción. Según Jeff Baker, su publicista, Paul veía a Oasis como perezosos imitadores, reduciendo todo el legado de los Beatles a unos cuantos acordes reciclados.
En privado, McCartney llegó a comentar: “Tienen la actitud, sí, pero ¿dónde está la innovación? Nosotros no copiábamos a nuestros héroes, los transformábamos”.
Lo que terminó de enfurecerlo fue cuando Noel Gallagher dijo en 1996 que Oasis era más grande que los Beatles, recordando el famoso comentario de Lennon sobre ser más populares que Jesús. Para Paul, esto era pura arrogancia.
Incluso en los premios Q de 2000, cuando Liam Gallagher le pidió un autógrafo, McCartney apenas le dedicó un gesto cordial, dejando claro su frialdad.
Aunque con los años suavizó un poco su postura, nunca dejó de lanzar comentarios como “Tienen buenas canciones, pero ojalá hubieran encontrado su propia voz”.
Los Monkees: ¿una imitación insultante?
Para Paul McCartney, que había trabajado incansablemente en los clubes de Hamburgo, la idea de que cuatro actores fueran fabricados como estrellas del pop era una burla al legado de The Beatles.
Según relatos cercanos, cambiaba la radio cuando sonaban sus canciones y los veía como una versión plástica de lo que su banda representaba.
Mientras John Lennon mostraba cierta condescendencia divertida hacia los Monkees, McCartney sentía un desprecio más visceral.
En 1967, durante una conversación con su manager Brian Epstein, estalló: “Están ridiculizando todo lo que construimos”. Para él, eran actores, no músicos, y su éxito era un insulto a la autenticidad.
Incluso cuando los Monkees ganaron control creativo y empezaron a tocar sus instrumentos, McCartney nunca los vio como legítimos.
Años después, en 2011, lo resumió con una sonrisa cortante: “Tenían canciones pegajosas, pero no eran The Beatles, ¿verdad?”.
The Beach Boys: una rivalidad creativa y personal
La competencia más intensa de McCartney no fue con bandas ruidosas, sino con los armoniosos Beach Boys, especialmente con su líder, Brian Wilson.
Lo que empezó como admiración mutua se convirtió en una batalla por la innovación musical. Cuando Wilson lanzó Pet Sounds (1966), McCartney quedó impactado.
“‘God Only Knows’ es una de las mejores canciones jamás escritas”, admitió, pero en privado, se obsesionó con superarlo.
Esa presión impulsó la creación de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967), su respuesta magistral.
Sin embargo, la rivalidad se agrió cuando Wilson colapsó durante Smile, su ambicioso proyecto. McCartney, conocido por su disciplina, comentó con dureza: “Si no puedes terminarlo, no deberías estar en esto”.
Con el tiempo, su admiración se mezcló con un desdén sutil, como si nunca quisiera admitir cuánto lo habían influido.
Sex Pistols: el punk que despreciaba
Si algo sacó de quicio a McCartney, fue el punk. Los Sex Pistols, con su actitud anti-establishment y su rechazo a la técnica, representaban todo lo que él odiaba en la música.
Para Paul, celebrar la falta de habilidad era incomprensible. Johnny Rotten no se quedó atrás, llamándolo “un dinosaurio aburrido” y usando posters de The Beatles como blanco de práctica.
Un encuentro incómodo en un estudio terminó con McCartney alejándose en silencio después de que Sid Vicious lo llamara “vendido”.
Años después, McCartney admitió que el punk “limpió el aire” en la industria, pero nunca perdonó a los Pistols. En 2016, resumió su opinión con frialdad: “No es mi taza de té”.
The Rolling Stones: ¿rivalidad o desdén?
Aunque la prensa pintaba a The Beatles y los Stones como hermanos musicales, McCartney nunca los vio como iguales.
En privado, los llamó “una banda de covers de blues que tuvo suerte”, y décadas después, en 2021, repitió: “Su red no era tan amplia como la nuestra”.
Mick Jagger respondió con sarcasmo: “Sí, una banda tiene suerte de seguir tocando en estadios… y la otra ya no existe”.
Para McCartney, los Stones siempre fueron seguidores, no pioneros, copiando ideas que The Beatles ya habían explorado.
Pink Floyd: experimentación vs. melodía
McCartney admiraba la innovación, pero desconfiaba de los excesos del rock progresivo. Pink Floyd, con sus álbumes conceptuales y pasajes instrumentales interminables, le parecían pretenciosos.
Cuando lo excluyeron de The Dark Side of the Moon (1973) por ser “demasiado famoso”, lo tomó como un desaire.
Años después, criticó su falta de conexión emocional: “La música debe abrazarte, no mantenerte a distancia”.
Un hombre que nunca cedió terreno
McCartney, celoso de su legado, midió cada rival con la misma vara: autenticidad, innovación y resistencia.
Ya fueran los Stones, Oasis, los Beach Boys o los Sex Pistols, nunca aceptó que alguien superara a The Beatles.
Y aunque el tiempo suavizó algunas heridas, sus palabras siguen revelando una competitividad que nunca desapareció del todo.